Por: Sebastián Silva-Iragorri

Complicado escribir sobre este tema por el corto espacio y por el odio y el resentimiento que hoy están en auge y manifestación. 

Es cierto que hay descontentos justificados, que pueden expresarse por la vía de la protesta legítima, sin necesidad de arrasar o destruirlo todo.

La rabia y el odio se han dirigido hacia obras de arte, estatuas, esculturas, pinturas y demás calificándolas como culpables de injusticias y discriminaciones. En el mundo se ataca a Colón, a Washington, a Jefferson, a Churchill  y a muchos más, con el argumento del esclavismo, el sometimiento, el racismo y la degradación. En Colombia se ataca a Bolívar, a Mosquera, a Sergio Arboleda y a otros, culpándolos también de discriminaciones y desarraigos. En Popayán, se amenazan murales sobre lienzo de la categoría de la Apoteosis de Popayán y las estatuas de Belalcázar, Julio Arboleda y muchas más. 

Debemos comprender que las obras de arte representan momentos y memorias de una época. El mundo no nació desarrollado y el hombre en su evolución va corrigiendo conductas pasando por etapas trágicas y condenables como la esclavitud, el desprecio de la mujer, las conquistas territoriales, las colonizaciones, las guerras, el complejo racial hasta ir encontrando con sus luchas mejores posibilidades de igualdad, equidad, superación y justicia social. Aún falta mucho, pero lo verdaderamente progresista es buscar el adelanto cultural del hombre en defensa de la vida, el orden, la libertad, la igualdad de oportunidades y la educación y no la muerte, la violación de la naturaleza, el vandalismo, la ideología de género, la trata de blancas, la opresión, el sectarismo, la impunidad  y la politización de la justicia. 

Debemos avanzar hacia el respeto y el conocimiento y la comprensión de cada etapa histórica, esa es la clave de las correcciones y el progreso. No hacerlo sería destruir las Pirámides, el Coliseo Romano y el Acueducto de Segovia entre otras obras monumentales, porque fueron construidas por esclavos. Se tendrían que destruir también los libros que explican esas épocas y las pinturas y las esculturas del Louvre y el Prado. Todas esa épocas pueden ser sujetas de interpretaciones, pero existieron, y allí está el registro histórico de sus hechos, que ahora quiere ser derribado y arrasado. Si esto se tolerara, quién decide qué debe conservarse y qué destruirse? Cuáles serían los parámetros y orientaciones de esas decisiones?  Napoleón, Alejandro, Carlos Martel temblarían ante sus sentencias y sin embargo la estatua de Aga Khan en Mongolia no correría peligro, todo por culpa de las tendencias, de la ideología, de los sesgos que tendrían quienes deciden.

Pienso que hacia el futuro no se construirán estatuas para nadie, habrá hombres importantes en las diversas ramas de la ciencia y de la actividad pública y serán destacados por los escritores e historiadores y por la opinión, pero sin estatuas. 

Las estatuas del mundo de hoy corren peligro, es imposible ordenarles a todas una protección policial, estarán como siempre lo han estado, solas y a la intemperie,  muchas serán destruidas, derribadas, tiradas a los ríos y a los mares. Esa es la cruda realidad. Por ahora luchemos por conservar el arte como registro de épocas y evoluciones y como pedagogía de cambio y crecimiento. No podemos juzgar épocas pasadas con las tecnologías de hoy. Cada época marcó un camino, a veces duro y doloroso, con los conocimientos de ese momento, con las costumbres de ese momento y con los valores con que se juzgaba en esos momentos. Maduremos culturalmente y defendamos el arte por encima de interpretaciones coyunturales, del odio, del resentimiento y de la muerte.