Por: Sebastián Silva-Iragorri

Nada más grato que recordar labores realizadas a satisfacción y con logros conseguidos y resultados evidentes. En estos días repasando algunas importantes acciones ejecutadas cuando me desempeñé como Secretario de Gobierno del Cauca y Gobernador encargado muchas veces, encontré que alcanzamos a crear 56 comités de diálogo en defensa de las comunidades, en apoyo a los derechos humanos, en respaldo a la seguridad del departamento, de su integridad territorial, de la convivencia de todos los sectores, y lo más importante, con el diseño de acciones concretas para el desarrollo social y humano de sus habitantes. Siempre recordé aquel artículo 123 de la Constitución que claramente expresa: “Los servidores públicos están al servicio del Estado y de la comunidad”. Todo esto nos hace apreciar nuestros logros que se obtienen con equipos de personas capacitadas y honestas.

He venido estudiando a fondo el tema de la educación especialmente en las sociedades que se abren paso hacia el desarrollo y he encontrado que en ocasiones el ciudadano no aprovecha las oportunidades que se le presentan como opción en las legislaciones de sus Países. Si las aprovechara no habría tanto resentimiento generador de odio y conductor de violencia. Balmes decía que “Cuando más ilustrado esté el entendimiento mejor conocerá la inefable belleza de la virtud”. Por eso creo que acercarse a la educación es la mejor manera de realizar la justicia social. Un País que quiera progresar debe tener la educación en el primer plano de sus objetivos. Repasando el proyecto de Presupuesto Nacional para 2021 encuentro que la educación aumenta considerablemente en recursos y en acciones para mejorar su calidad y esto merece un aplauso para el actual gobierno. Pero es importante recalcar, y así lo creo, que a esa educación clásica, científica o técnica hay que incorporarle el humanismo. Linn Yutang decía que pensar es un arte no una ciencia y que occidente debería apreciar más el conocimiento humanizado como lo hacen los orientales. Tal vez tenía razón, pues un hombre con una carga humanística fuerte es un enorme defensor de la equidad y no un generador de protestas con violencia. La génesis de nuestra violencia puede estar allí, agudizada a veces por ideologías materialistas y anárquicas. André Maurois, otro gran pensador, también advertía de la necesidad de convivir con la naturaleza. Cuánta razón tenía, la naturaleza desarma y llena de espíritu creador los ímpetus del ser humano. Conservemos entonces estos consejos de los grandes maestros y sumemos a la ciencia, el humanismo y la naturaleza. El hecho de competir trae grandes avances, competencia limpia y transparente en todos los sentidos, atrás deben quedar las trampas y el fraude para asomarnos a un mundo colmado de oportunidades. Los hombres en la antigüedad, con el solo hecho de competir, estaban dando un paso de fortuna con posibilidades de alcanzar la gloria.

Colombia está pasando por esos momentos claves en la decisión de su destino. Hay una polarización, incluso auspiciada por algunos órganos de comunicación, pero de esa misma confrontación, que debe ser ideológica, surgirá la síntesis reveladora de nuestra identidad. Los colombianos somos valientes, recursivos, con genio para crear y convencer. Allí está el foco de una riqueza que debe mostrarse al mundo, dentro de un capitalismo social, ordenado, equitativo, respetuoso de las leyes y las tradiciones, amante de la libertad y de la igualdad de oportunidades. Esto debe ser música para el colombiano de hoy a fin de transitar por el camino de la cultura, la educación, el humanismo y la naturaleza y dejar atrás las fatídicas divisiones alimentadas por los falsos profetas de la mediocridad.