Por: Sebastián Silva Iragorri

En el ejercicio de cualquier profesión tiene que aparecer la ética en primer lugar, para así proyectar un talante elevado, con la mayor responsabilidad humana de quien la ejecuta.

No he podido entender como en muchas profesiones se intenta caminar por los bordes de las normas y por la ruta fácil del atajo para conseguir triunfos transitorios, sin cimientos ni bases firmes que los consoliden y sustenten en el tiempo. Hay una profesión que por sus profundas implicaciones sociales debe tener un alto nivel de exigencia ética y es el periodismo, cuyo perfil principal se soporta en la credibilidad. Cuando ésta se pierde se debilita su columna vertebral y la confianza se destruye.  

En los últimos días en Colombia se ha desatado una ola de  Noticias Falsas con orientación eminentemente política. Es natural que los medios de comunicación tengan tendencias políticas, pero nunca pueden, por motivo de esas mismas tendencias, mentir o engañar a la opinión pública. Lincoln decía ante la actividad deformadora de muchos comunicadores y políticos que «Engañan a parte del pueblo parte del tiempo pero no pueden engañar a todo el pueblo todo el tiempo».

Aquí en Colombia parece no existir parámetro alguno para corregir o rectificar cuando los hechos demuestran los errores cometidos o las falsedades son comprobadas.

Generalmente los afectados tienen que recurrir a la Justicia para tratar de obtener un resarcimiento moral y  material por los perjuicios ocasionados por aparatosas presentaciones sin  respaldos reales y en muchos casos con fuentes inventadas. Es cierto que la fuente es sagrada y debe respetarse pero precisamente esa fuente debe existir, no puede ser un invento que permita crear una tendencia falsa en el mundo de la comunicación y la divulgación.

Creo que ha llegado la hora de exigir un buen periodismo, ético, objetivo, independiente, imparcial y basado en fuentes reales y veraces. Para ello hay que crear las condiciones de plena  conciencia colectiva que implique una toma de posiciones por la verdad y la realidad.

Es igualmente necesaria la investigación y la confirmación oficial  de hechos dudosos para llegar a certezas mayores que impliquen seriedad en la información y la publicación.

Igualmente los Colegios u Organizaciones de periodismo pueden crear pedagogías y culturas colectivas entre sus asociados para penetrar cada vez más en el mundo de la responsabilidad y la ética. También los Jueces, cuando haya lugar, pueden aplicar criterios que le den seriedad y compromiso al derecho de informar transparentemente y cuando sea necesario de rectificar y corregir. Los ciudadanos también pueden colaborar y ejercer su sanción social hacia medios que abusen y desvíen su accionar por enquistarse en sesgos ideológicos, montajes y activismos políticos sin respeto por las diversas  ideas de los ciudadanos y de las colectividades organizadas.  

Ha llegado el momento de facilitar un clima de veracidad que vuelva a elevar la profesión del periodismo a superiores niveles de respeto y credibilidad. En manos de los mismos periodistas está la capacidad de resolver situaciones de error o engaño con la propia crítica constructiva de sus actuaciones. No se puede ser irresponsable con un micrófono, ni mentiroso con una pluma en la mano. No más noticias falsas, no más tendencias artificiales, no más montajes políticos, no más portadas escandalosas que después caen bajo el peso de la verdad, no más impulsos para juegos y estrategias políticas con actores dispuestos a  propagar el incendio inicial dejando sembrada la duda como ventaja  política y aprovechamiento electoral. Vamos por un buen periodismo, regresando a la frase de Albert Camus que siempre exaltó a esta actividad como la más noble del mundo.