Por Sebastián Silva-Iragorri
Parece que en el verano europeo se relajaron las medidas y responsabilidades individuales y se escuchó mucho la frase: “Nos vamos de fiesta”. Ahora las consecuencias de tanta aglomeración en playas, sitios de diversión, bares y comercios, con abrazos y besos incluidos, se están manifestando al por mayor. Las cifras no mienten y van llegando al mismo o superior nivel del comienzo duro de la pandemia. España, Francia, Italia, Alemania, entre otras naciones, están hoy sufriendo el rebrote de un virus que no quiere ceder. Entonces se decretan los cierres, unos totales otros parciales, con protestas en Francia e Italia y quemas y destrucciones de establecimientos. Esto parece un círculo vicioso que puede causar aún más graves problemas para la humanidad. A las muertes que todos lamentamos se une la destrucción económica y la afectación de la salud mental en muchos de los sobrevivientes. Es cierto que de toda esta crisis deberá salir un hombre nuevo y una sociedad más consciente de sus deberes y responsabilidades, pero la larga espera está quebrando la paciencia de muchos y produciendo consecuencias de inseguridad y maltratos inconcebibles.
En Colombia hay dificultades, pero el promedio de las cifras se mantiene dentro de un margen que nos permite pensar en dominar el virus en esos niveles, ojalá con reducciones, hasta que se apruebe y aplique la tan esperada vacuna a nivel mundial y nacional. Confío mucho en el laboratorio Moderna de Estados Unidos que ha anunciado haber superado la tercera etapa de sus pruebas y se alista, según dicen, a obtener su aprobación a finales de este mes de noviembre. Esta es una esperanza, pero no podemos bajo ningún punto de vista bajar la guardia y relajar la disciplina que nos permita controlar en gran parte las rutas del virus.
Creo que es el momento de felicitar al presidente Duque por su abnegada labor, pues con dedicación, empeño y máxima responsabilidad ha dirigido diariamente todas las acciones en la lucha contra esta grave pandemia. Las felicitaciones son extensivas a su excelente Ministro de Salud Fernando Ruiz Gómez y a todos los funcionarios a su cargo. Los médicos y toda la planta asistencial merecen el reconocimiento de todos los colombianos por su sacrificada labor que incluso les ha costado muchas vidas. Las cifras que a diario escuchamos sobre número de pruebas, contagios, recuperaciones y porcentajes de letalidad, nos permiten abrigar la esperanza de una salida a esta dura realidad. Hay algunos periodistas y políticos de oposición que parecen gozar con las cifras cuando estas se elevan y se han vuelto difusores de malas noticias, de pesimismos y de contradicciones. Me parece que jugar a la política con estos graves temas no es lo apropiado y además injusto y oportunista. Volviendo a mirar hacia el lado positivo hemos tenido la noticia del avance de una recuperación económica que empieza a manifestarse con la reducción del índice de desempleo a nivel nacional. Pienso que a Colombia le va a quedar, después de la crisis, una mejor infraestructura hospitalaria y una mayor dotación de todos los insumos de trabajo en las labores de asistencia, cuidados intensivos y recuperación. Además, se han logrado algunos justos beneficios para los practicantes médicos en los hospitales que reciben un mejor salario y en general para el sector pues se creó una prima especial como bonificación a su sacrificio y dedicación.
Que las consecuencias del verano y de las fiestas signifique en el mundo una toma de conciencia y que Colombia consiga con disciplina férrea controlar factores de riesgo y vislumbrar pronto el triunfo sobre la pandemia.