Por: Carlos Salas Cardona

Y es que fumarse un porro sin cuestionar su procedencia es decirles a los campesinos colombianos que nos importa un “cacho” que los bañen en glifosato, que los despojen de sus tierras o que los asesinen como ganado ¿en qué momento olvidamos que las drogas han sido el combustible de un conflicto que dejó 4 millones de víctimas?

No pretendo defender las políticas públicas “duquistas”; es más, milito en la oposición, y esta columna no pretende divagar sobre “tombos” buscando mechudos tatuados o gomelos trabados en los penthouse de sus papis; si la prohibición de la dosis personal aumenta las cadenas de narcotráfico; o si Dios condena a los consumidores. Resumiré mi opinión al respecto: a este país no le cabe un ápice más de corrupción, de violencia o de narcotráfico. Mechudos y gomelos seguirán comprando al “dealer” de confianza, transacción que siempre ha sido ilegal, y encontrarán la forma de seguir consumiendo.

Algunos se aventuran a afirmar que la prohibición aumentará el precio de la “merca” pero la teoría económica afirma que: si un mercado se interviene por el consumo, la demanda efectiva se contrae generando un exceso de oferta y disminuyendo el precio del bien.

Si ese precio está por debajo del precio internacional los productores preferirán exportar antes que atender el mercado interno ¡En español! Si poseer drogas es ilegal las personas se abstendrán de comprarlas, el dealer se queda con más “merca” y tendrá que bajar el precio para que la gente se arriesgue a tenerla, si ese precio es más barato que venderla en otra parte del mundo ¡a mandarla en submarinos! En la realidad los mercados son tan dinámicos como las posturas del presidente entrante, entonces es difícil acertar al respecto. Pero esto no se trata de un concursillo de microeconomía del narcotráfico.

¿Holanda? ¿California? ¿Los Ángeles? ¡Es que el primer mundo legalizó el consumo! Claro ¡Con muertos colombianos! Es que el Cartel de Sinaloa no está en Ámsterdam, está en el Naya, allá en mi Cauca del alma. Es que son nuestras tierras las que se tiñen de sangre con el consumo del primer mundo, es que la marihuana no cae del cielo ¿Quieren ser como ellos? Miremos cuánto dura una movilización social por la legalización de la producción de drogas antes de que los carteles comiencen a asesinar a esos líderes. Indiscutiblemente eso bajaría los precios, aportaría impuestos valiosos a las instituciones y tendríamos productos no tan tóxicos, pero les apuesto el salario, que no tengo, a que ninguno de los “bravitos” por el nuevo decreto se pone la camiseta.

Satanizo la legalización del consumo solo si es antes de la legalización de la producción, no es doble moral porque he probado drogas un par de veces, solo que no era consiente de mi complicidad con el asesinato al recrearme.