Por: Óscar Rodrigo Campo
A propósito de la tumbada de su pedestal a Sebastián de Belalcázar, fundador de Popayán, me hace acordar de un clásico del cine alemán, Good Bye Lenin, donde la protagonista, Christiane, es una férrea activista del partido socialista en Alemania Democrática u Oriental, esta en 1989 entra durante ocho meses en un coma profundo, en ese tiempo acontecieron hechos muy fuertes que para una mujer tan sensible y entregada a la causa serían letales en su estado enterarse: se cayó el muro de Berlín, se unificaron las alemanias y también derribaron varios monumentos como acto simbólico de apertura a una nueva mentalidad y régimen político, entre ellos, la gran estatua de Lenin que se imponía en la ciudad socialista. La familia de Christine, hacen hasta lo imposible para que ella, aún en estado crítico, no se diera cuenta de que toda su lucha había quedado reducida al recuerdo.
Ante el hecho generado por los Misak en Popayán, en primera instancia, hago un llamado a la calma para no generar nuevas circunstancias que desaten nuevos conflictos y tensionen en una sociedad que a diario recibe mensajes de violencia y dolor. Tal vez este mismo hecho lo hubiera celebrado con alevosía en mis años mozos, donde el ímpetu juvenil y el movimiento estudiantil nos llamaba a subvertir, pero hoy, con cabeza fría y el paso de los años, me surgen algunas inquietudes en medio de la polémica generada por lo ocurrido. ¿Qué propósito tenía poner la imagen de Belalcázar precisamente en el cerro sagrado para los indígenas pubenenses? Sin duda, personajes absolutamente antagónicos. Ahora bien, en el Cauca hicimos un propósito colectivo por la Paz de este país; los resultados iniciales nos llenaron de esperanza pero tristemente las acciones y omisiones, como la no sustitución de cultivos ilícitos y el incumplimiento a los compromisos de los acuerdos firmados, nos han llevado a presenciar nuevamente el deterioro del orden público, el crecimiento en la siembra de coca, el fortalecimiento de la producción de marihuana, el aumento de grupos armados ilegales, asesinatos selectivos que generan temor y desplazamiento.
Me pregunto entonces, ¿este polémico hecho de los Misak en Popayán ayuda a ‘despertar’ a la sociedad de un letargo que inconscientemente se vuelve tolerante al dolor, al miedo y a la muerte? No estoy de acuerdo que derriben monumentos o que se atente con el patrimonio histórico y cultural de Cauca, pero tampoco me voy a resistir a darle la interpretación simbólica a un hecho, que indiscutiblemente cumplió el cometido propuesto por sus gestores: Dar un fuerte mensaje político, a costa de despertar amores y desamores.
Nuestra historia reciente da cuenta que en la década de los 90, se construyeron los anillos viales de Popayán, excelentes obras que dieron en su momento apertura y movilidad a la ciudad. Sin embargo, lo que poco cuadró fue que el sistema de contratación conllevara un peaje urbano que se construyó en la entrada norte de esta capital. Muchos recordarán y otros apenas se enterarán, que la comunidad movilizada, tal cual derribaron la estatua de Belalcázar, dio fin a las casetas de recaudo, como muestra de la inconformidad y enviando un fuerte mensaje político. Pudiéramos decir hoy que ese hecho fue «criminal”, sin ningún amparo legal, pero tampoco vimos el más mínimo intento de alguna corriente social que pidiera reconstruir lo derribado, circunstancia que generó un complejo trastorno en el cumplimiento de pago de los anillos viales al ejecutor privado de las obras, y hoy, después de varios años y acciones jurídicas, continúa siendo una amenaza de alto riesgo el cobro coactivo de los constructores contra nuestra Ciudad Blanca. El tiempo pasa, el problema crece y crece, inadvertido para muchos, como la amenaza de los graves efectos que podría traer un desenlace final adverso al Municipio de Popayán.
Pd, ya vemos como se preparan varios municipios y regiones de Colombia para el regreso a clases en los colegios y escuelas públicas, gran tarea tiene la familia educativa Caucana para atender la consecuencia más compleja que nos deja la pandemia y las medidas restrictivas, el retraso en el aprendizaje de más de 200 mil niños que hoy no están recibiendo clases.