Por: Juan Carlos López Castrillón
juancarloslopezcastrillon@hotmail.com
Muchas veces nos hemos encontrado frente al teclado, con una pantalla en blanco que espera ser llenada, sin una idea cierta para iniciar la primera línea de un informe, un memorial o una columna. En ese momento entendemos mejor a Gabriel García Márquez cuando dice que «La creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos». Si, porque luego de la primera frase, lo que viene es más fácil, y efectivamente es creación, es algo así como el segundo acorde de una canción o el trazo que sigue al brochazo inicial sobre el lienzo.
Cualquier escrito es entonces una muestra de intelecto, además es una huella indeleble de nuestra personalidad y hacerlo en una columna de opinión implica todo un ritual, que en el fondo lo que refleja es nuestro intento por perdurar, pues el análisis, la denuncia o el comentario, más que buscar influir, lo que quieren es dejar un testimonio sobre la lectura personal que tenemos de una realidad.
En relación a ¿cómo escribir? recuerdo siempre una frase de mi profesora de literatura del Colegio Champagñat que sentenciaba, «a escribir se aprende leyendo», lo cual es muy cierto, pero además esa es una actividad que adicionalmente cura muchos prejuicios. Bien le hace al planeta que la gente lea más, tendríamos menos extremismo y más ozono.
Volviendo al tema, desarrollar este oficio de escribir, en forma independiente, siempre tiene costos, especialmente cuando se afecta a alguien que detenta poder, bien sea del transitorio, como el que ostentan los políticos; o del real, como el que tienen los dueños de la riqueza.
Por eso es tan compleja la tarea de quienes se toman el tiempo para opinar y muchas veces con ello granjearse enemigos. El menor riesgo es no ser entendido o pasar desapercibido.
Pero también en esto hay un costo que asumen los medios, quienes son los que posibilitan que el escrito sea oído o leído, y a la par tienen que lograr un equilibrio entre la autonomía y la facturación, especialmente cuando una opinión afecta la pauta.
Por eso se necesita valor, y a veces mucho respaldo, tanto para el que escribe una columna denunciando a un «poderoso», como para el que la publica, en particular en regiones donde la publicidad oficial es la más importante de la parrilla.
Aunque apoyo completamente la función que cumplen en esta sociedad los «columnistas que denuncian», no puedo dejar de decir que cuando se trabaja con ese perfil, inexorablemente se va a terminar afectando la honra o la credibilidad de una persona, por lo que es muy importante recordar siempre el lema del Chicago Tribune, que bien reza: «si su madre le dice que lo ama, verifíquelo». En otras palabras, hay una responsabilidad ética y legal cuando se escribe para un medio, o se usa un micrófono, que por estos lares pesa muy poco, pues los delitos de injuria y calumnia son de ridícula pena y se pagan con una tibia rectificación.
En resumen, escribir no es un oficio fácil, pero necesitamos que cada día se escriba más, pero con rigor, para que se lea más, pues en la medida en que se multipliquen las columnas, los blogs y los muros digitales, se ayuda a construir una sociedad más informada, que termina siendo la mejor vacuna contra toda clase de populismo. No se olvide que «después de leer un libro, uno no vuelve a ser el mismo».
PosData: Hoy tengo que agradecerles a los medios que replican esta columna y obviamente a sus lectores, el reconocimiento que me han hecho en esta tarea, ubicándome como uno de los columnistas más influyentes del Cauca, según la última encuesta del Panel de Opinión Nacional de la firma Cifras y Conceptos, publicada esta semana.