Por: Nelson Eduardo Paz Anaya – nelsonpazanaya@hotmail.com
En algún tiempo tiempo, cuando todo se podía asumir como distracción, a los pueblos y espacios públicos de los campos y ciudades, galerías y mercados, llegaban los conocidos como “gitanos criollos”, instalaban una mesa con reboso o mantel, casi siempre de paño verde, como las telas del billar, sacaba con perorata de cortejo y ritual de circo, tres tapas metálicas y una bola blanca, que supuestamente se escondía debajo de una de ellas, anunciando que la suerte estaba debajo de una de ellas.
Empezaba su ringlera, gritando “dónde está la bolita”, repitiendo incansable la pregunta hasta convertirla en coro de los curiosos que, reunidos con la ayuda de los ardides de los supuestos incautos, miembros del mismo grupo del engaño, formaban círculos de pobladores alrededor de la bolita.
Mientras giraba los brazos para hacer círculos con las tapas que escondían la bolita, el oferente de la buena suerte, miraba escrutador los curiosos hasta encontrar el primer arriesgado que apostaba unos pesos en la pretensión de saber dónde estaba la bolita, y desde luego acertaba, como se hace empezando los juegos de engaño, devolviendo multiplicada la apuesta.
Iban apareciendo ingenuos, corrían los ojos detrás de las tapas, en la seguridad de saber dónde estaba la bolita, y se colocaban las apuestas al borde de la mesa, exteriorizan de un sueño que se heredó de los cándidos conquistadores que buscaron “El Dorado”.
El juego se repetía, hasta convocar un gran número de inocentes, entonces dejaba de ser gratis y de posibilidades, era el momento en donde se perdían los ojos de los vivos apostantes, antes tan precisos en encontrar la bolita, ahora se equivocaban, la perdían y con ella el dinero de la mesa y del mercado.
Aleteaban alrededor de la mesa los señuelos, socios del gitano, haciendo alarde para atraer otros candorosos, apostaban y ganaban con mucho aspaviento, para lograr la notoriedad requerida, repitiendo la ronda para volver a llenar la mesa, y así mover las tapas sin colocar la bolita.
Era tal la algarabía, que después de muchas horas de colocada la mesa del juego, el estribillo de: ¿dónde está la bolita? Se escuchaba por todos los rincones como un ruido que desafiaba la prudencia, condicionando las neuronas para moverse a la apuesta.
Fue así como los juegos se volvieron parte del encuentro colectivo, se hicieron eco y sueño creado para cumplir el rito de la confirmación del estar, del vivir, del ser, se iniciaron a finales del siglo anterior al pasado, y se corearán hasta cuando haya curiosos, para repetir los círculos del movimiento de las tapas, sobre la tela verde de las ilusiones.
Los primeros gitanos llegaron con vestimentas de Beduinos del África, muchas vueltas ha dado el mundo, la innovación ha tratado de cambiarlo; el juego, las tapas debían ser ahora reliquias de museo y la bola estar perdida en el olvido de los tiempos, pero se repite porque los curiosos necesitan el engaño.
En cada nueva temporada llegan los gitanos, disponen la mesa, la tela, las tapas y la bolita, desde luego con nuevo ropaje, se da por sentado es lo mismo, con gitanos, curiosos, apostadores, señuelos, y pendejos, repitiendo el tinglado y el verso: ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde está la bolita?
¿- No será posible que antes de que se vuelvan a instalar las mesas del juego, se hagan diagnósticos objetivos de la real situación del Cauca, de las estrategias para hacer el mejor uso del conocimiento, del trabajo, de los saberes, de los recursos naturales, de las fortalezas de la industria, de la agricultura, del sector de servicios, de la construcción, del comercio, entre otros?
La opinión de los últimos tiempos, ha sido contundente en manifestar sus niveles de concientización respecto a la situación del departamento, no apuesta, define, que es muy distinto.
Imprescindible colocar sobre la mesa, por ejemplo, asuntos que no pueden continuar irrespetando a la población caucana, como lo hacen EPS, como EMSSANAR, que daña el servicio de otras y de forma grave el servicio de los Hospitales Públicos del Cauca, como el San José y el Susana López, el Francisco de Paula Santander, y así la red pública y privada.
Quienes representan la institucionalidad en el Cauca, sus equipos de profesionales y técnicos, hacen la tarea, sin embargo, la deuda por cartera de las EPS, que desglosaremos la próxima semana, asciende a $163.876’383.260 son ciento sesenta y tres mil millones de pesos, ¡qué horror! Con razón las colas de enfermos en espera de una consulta médica.
¿Cómo vivir en una ciudad saturada de Historia, de expresidentes, de universidades, de gremios, de sindicatos, de sabios y de artistas, de entidades y de instituciones, de líderes y de políticos, de celebraciones y de gastronómicos, de medios y de comunicadores, si la civilidad, la dignidad, la simple capacidad de la protesta, se pierde en la mesa de los “gitanos” ?, ¿debajo de los intereses de las pequeñas tapas?
No será que antes de que nos pregunten ¿Dónde está la bolita?, ¿se debe adelantar un exhaustivo examen del Cauca, empezar por mirar el sector salud, sin gitanos, para que todos sepamos dónde está la bolita?