Por: Oscar Rodrigo Campo Hurtado
La noche de Sábado de Resurrección y Domingo de Pascua de 2020, de celebración para el mundo católico y de profunda reflexión para la humanidad, nos acompaña con un fuerte estremecimiento por la pandemia del Covid-19, que termina siendo un campanazo a nuestra fragilidad, a los abusos que causamos al planeta y a la voracidad de un falso modelo de desarrollo que sacrifica a miles de millones de personas en condiciones de desigualdad y hambre.
El temor es fuerte y natural, a la fecha ya son más de cien mil muertos en el mundo y la incapacidad de los estados de responder al gran reto de atender a los enfermos que en masa asisten en estado crítico a los hospitales. Pero esta Pascua nos obliga también a rescatar cosas maravillosas que necesariamente terminarán alimentando el alma y creando nuevos paradigmas, porque después de una crisis siempre vendrá un resurgir mientras haya vida, la misma que nos enseña el significado de la Resurrección de Cristo en el momento histórico que vivimos.
Por el ritmo acelerado de los últimos tiempos, hacía mucho, que la niñez no podía compartir con sus madres, y en muchos casos, con sus padres la calidad de tiempo que estos días de confinamiento han permitido, y mucho menos, los abuelos habían sentido el llamado de sus familias diciéndoles: “Ustedes son importantes, los queremos”, o entre los vecinos, mirarse sin recelo, y sí con solidaridad, con ganas de protegerse y cuidarse conjuntamente, más allá, de situaciones apremiantes que en una sociedad como la nuestra saltan a flor de piel como la pobreza.
Este tiempo de Resurrección nos invita a católicos y de otras religiones, a darle a nuestro corazón la capacidad de pedir perdón y de perdonar, de vencer los temores y emprender nuevos retos, o tal vez los mismos que traiamos, pero con una condición “Sine Qua Non”: Pensar en los demás, pensar en el planeta, pensar en nuestros hijos y pensar que las nuevas generaciones nos observan, nos califican, somos referente y modelo a seguir, por eso debemos construir un legado donde prime lo colectivo sobre lo particular.
Para el Cauca, a pesar de los efectos nocivos en la economía global, para los cafeteros y demás gremios productivos como aguacateros, piscicultores, freseros entre otros, junto a emprendedores y sectores que se la juegan a fondo por nuestro departamento, este resurgir les permitirá conseguir mercados externos con un dólar favorable a la exportación.
El sector salud necesariamente debe encontrar en esta crisis la oportunidad para terminar de modernizar la red pública en una forma contundente y conseguir modelos laborales más humanos y dignos para quienes nos han dado protección y atención en la pandemia. El sector educativo, por su parte, un mensaje a las nuevas generaciones de que se vive para servir y a todos los mandatarios, que además de sus capacidades y conocimientos, el carácter, es la principal herramienta para liderar sus equipos y gobernar dignamente sus territorios.