Por: Oscar Campo

Mientras todos nos concentramos en las medidas de choque para contener la expansión del Coronavirus y demandamos al unísono del Estado y la Red Pública que hagan lo pertinente para ampliar la cobertura y capacidad instalada, más, que se adopte una nueva cultura en el modelo de atención sobre la marcha y con la urgencia, se van evidenciando otros puntos neurálgicos que terminarán siendo tan preocupantes como el propio agente de la pandemia.

Qué va a pasar con los trabajadores informales, el rebuscador del día a día, el ocasional, el jornalero, que constituyen la inmensa mayoría de la masa laboral de nuestro país, frente al “Quédate en casa”, como principal solución para contener la expansión del Coronavirus.

Todos apoyamos esta medida e invitamos a no desfallecer en el confinamiento, pero inmediatamente salta otro problema que no da espera y no podemos ignorar a puerta cerrada: ¿Qué van a comer mientras nos quedamos en casa el resto de colombianos?

Hemos visto varias propuestas para que exista un decreto que fortalezca los subsidios y a través de los mandatarios locales se puedan establecer los mecanismos de solución a este segundo e importante problema, pero en un marco de sensatez y conociendo la paquidermia natural del Estado, bajo cualquier gobierno, no habrá a la mayor brevedad una solución. Es por esto que en nosotros, la ciudadanía, recae la inmediatez de ayudar a contener este drama social.

Requerimos que los supermercados de cadena y demás almacenes que abastezcan insumos de primera necesidad, creen unas cuentas receptoras de la generosidad y responsabilidad de todo aquel que pueda aportar y ser copartícipe de la solución de muchísimas familias colombianas al borde de otra gran crisis económica.

Además, trabajar directamente con operadores de alta credibilidad como la Cruz Roja, Bomberos y Defensa Civil, para que puedan llevar mercados e insumos de protección mínima requeridos, como las mascarillas y los desinfectantes.

La solidaridad de los colombianos ya ha estado a prueba en varias oportunidades y quien más que nosotros mismos en Popayán y el Cauca que lo vivimos a raíz del terremoto del 31 de marzo de 1983.

Esta vez la emergencia es nacional y convoca a todo aquel que pueda apoyar económicamente, no solo pensando en los demás, también pensando en sí mismo, porque si no aseguro que los demás sorteen la crisis, terminaremos todos siendo victimas, aún puertas adentro.

No hay nada en estos momentos que se pueda hablar de ellos y de nosotros, acá estamos todos involucrados en el problema y somos todos los llamados a la solución. Recordemos que en la crisis, la solidaridad es un deber.