Juan Carlos López Castrillón 

juancarloslopezcastrillon@hotmail.com 

Algunas ciudades construyen a través de su historia una impronta que se proyecta al imaginario de la gente, lo cual permite a quienes no las conocen tener una percepción de ellas en su mente; por ejemplo, cuando se habla de Cartagena, Buga o Pasto, ya sabemos cuál es la de las murallas, cuál la del Milagroso y cuál la del volcán tutelar.

Adicionalmente las identificamos con elementos culturales, históricos y hasta gastronómicos, como la arepa de huevo, el cholado y el cuy. Esto – y las características productivas de cada región – terminan conformando una sumatoria de virtudes, que finalmente moldean una «marca», en otros términos  una «denominación de origen».

Todo lo anterior es lo que genera diferencias entre un sitio y otro, es el valor agregado que permite convertir en «destino» unas ciudades y dejar al resto haciendo parte del paisaje. Eso se llama competitividad  y sirve para que quienes toman las decisiones, definan dónde van, dónde invierten y por ende dónde generarán más desarrollo.

Como todo en la vida, esa competitividad hay que cuidarla, hacerla crecer y promoverla; es muy difícil de construir y fácilmente se deteriora, sólo basta que se complique el entorno o unos malos gobernantes.

Un buen ejemplo cercano a esto que expongo puede ser Cali, una ciudad que pese a las dificultades de seguridad ciudadana, tiene hoy en día un mejor panorama frente a la compleja crisis en que la sumió el populismo político de hace unos años, que la condujo a ser dirigida por unos pésimos alcaldes. Durante un tiempo perdió velocidad y ruta, pero los indicadores de hoy nos dicen que ha corregido el camino.

Eso no pasa con Popayán, que por el contrario viene «destruyendo valor» a pasos agigantados, casi indolentemente, convirtiéndose en una ciudad deteriorada en su infraestructura y arquitectura (basta recorrer el puente del humilladero), de pocas vías públicas – la mayoría en mal estado – sin parques, creciendo en forma desordenada, con un POT de sospechosa implementación, sin autoridad para aplicar el Plan Especial de Manejo y Protección del centro histórico, etc., etc., etc.

Con la suma de todo lo anterior venimos golpeando sin misericordia esa «marca» que durante tanto tiempo nos ha posicionado como destino turístico en temas culturales, históricos, gastronómicos y universitarios.

De otro lado, tenemos un déficit de vivienda popular de 28.000 unidades, una problemática  que genera cinturones de pobreza sin atención, propicios para que se implanten todo tipo de problemas, además de las deficiencias en cobertura y calidad en educación y salud que ya todos conocemos.

Capítulo aparte merece la situación de la economía, donde las cifras están infladas  gracias a la burbuja que produce el fenómeno de micro tráfico de drogas en todo el suroccidente del país; en este mismo apartado, la informalidad sigue siendo el eje de las finanzas de los sectores más pobres.

Para completar, tenemos una administración municipal sin credibilidad y por ende sin gobernabilidad, que ha tenido que dedicarle más tiempo a su defensa judicial que a construir la ciudad, llevándonos de ñapa a un endeudamiento que deja al municipio con mínimos márgenes de maniobra hacia el futuro.

Esta cara de la moneda se complementa con lo costoso que resulta llegar a Popayán, tanto por el tiquete aéreo más caro del planeta, como por el tiempo que cada vez es mayor para recorrer los kilómetros de la congestionada vía panamericana, que aleja en contra de las leyes de la física la llegada al Valle del Cauca, como también se aleja la solución a la problemática de la doble calzada a Santander de Quilichao.

A pesar de este mal momento, la «marca» de Popayán, sigue con sus potencialidades vigentes, dentro de las cuales una de las más importantes sigue siendo el talento de su gente, tanto el que se forma en las universidades, como el de muchas personas que se reinventan permanentemente a nivel empresarial para seguir existiendo.

Dentro de esta última categoría, me siguen sorprendiendo los nuevos dirigentes populares de este municipio y su imaginación para ir resolviendo los problemas de la comunidad mientras el estado apenas se asoma por sus predios.

Posdata: mirar hacia adelante, construir en conjunto la «visión» de la Popayán moderna y unificar la gran cantidad de esfuerzos que se dan en solitario, es responsabilidad de todos los que de alguna forma u otra vivimos, invertimos, nacimos y luchamos por esta noble capital del Cauca, que hoy parece tener su rumbo embolatado.