Popayán, 25 de abril de 2016
La acción política en Colombia viene de capa caída. Es triste el espectáculo que ofrece nuestra clase política. Las presiones cortesanas en el palacio de Nariño por nombramientos, ministerios, elección de fiscal, contratos y “cuadres” de diversa naturaleza, ya ni siquiera se hacen tras las cortinas sino que se hacen a ojos vistas. Ya ni vergüenza les da. Renuncias y salidas del gobierno causan crisis ministeriales no previstas. Unas, protocolarias; otras, camufladas de conveniencia personal; unas más, complementadas con un portazo; todas dejan ver la debilidad de un gobierno y de un presidente en donde no se observa una visión de estadista y brillan por doquier acciones de corrupción y conflictos de intereses. La venta de ISAGEN a espaldas de la ciudadanía en plena crisis energética; la corrupción y los escándalos en Reficar, Saludcoop, Cafesalud, Defensoría, Policía, etc.; las rivalidades, confrontaciones y disputas de tipo burocrático de menor calado; las movidas, coacciones y confrontaciones de bajo vuelo entre miembros del gobierno; todo ello y mucho más, deja ver la debilidad e incapacidad de un presidente que dice querer construir la paz y la reconciliación en medio de una opaca y subterránea pelea de víboras y alacranes camuflados de políticos y funcionarios “pacifistas”.
Es evidente que en el campo de las clases dominantes la actividad política lleva décadas de degeneración y descomposición. Los dineros del narcotráfico y la contaminación paramilitar de una gran parte de la clase política; la influencia del gran capital trans-nacionalizado que institucionalizó la puerta giratoria en donde los ministros al otro día de salir del gobierno se convierten en consultores del Banco Mundial, el BID o el FMI, en gerentes de una gran empresa privada o estatal o en miembros de juntas directivas de poderosas entidades; la acción corruptora de los medios de comunicación y la actitud inmoral e impúdica de los mismos políticos que convirtieron la función del “servidor público” en una eterna competencia por estar en la “ola” de la opinión pública como cualquier vedette de moda; todo ello y mucho más, ha hecho de la actividad política una farsa y un show mediático sin sustancia y sin responsabilidad ética y profesional de ninguna naturaleza.
Podemos afirmar que en Colombia el último político decente que merece ese título ni siquiera era político. Era un gran jurista, exmagistrado y profesor universitario con los suficientes años y experiencia para no dejarse provocar de las pequeñas trampas de la política-show que impera en este país. Antes de él, un excéntrico profesor universitario había intentado reivindicar la ética en la política como un valor ciudadano pero dada su naturaleza irreverente y su falta de cancha en esa materia, cayó sin mucho pudor en las redes de la politiquería tradicional. De resto, políticos surgidos de todas las tendencias políticas, cívicos, de izquierda, regionales, llegan a Bogotá y se convierten –poco a poco–, en rehenes de las encuestas, los micrófonos, las luces y las cámaras. Hoy causa más escándalo si un político tiene una amante, no tiene un título académico, no sabe vestir o tiene alguna debilidad sexual, que su capacidad para enfrentar los problemas y asumir las decisiones que debe tomar. Es la política del flash, el “meme” o el “tuit” viral.
Frente al momento que vive Colombia en términos de mediocridad, futilidad y ligereza política, hay que buscar que el protagonista sea la ciudadanía anónima pero consciente de sus derechos. Ante la precariedad de la política se requiere acción ciudadana masiva y contundente. Ante la mediocridad de los dirigentes políticos se precisa la acción ciudadana anónima. Ante la futilidad de personas “brillantes” dedicadas a cosas menores para no perder su “brillo”, hay que impulsar la acción ciudadana generosa y valiente. Ante una institucionalidad envuelta en cursilerías, consejas, lisonjas, chanchullos, negociados por debajo de la mesa, corrupción, etc., se necesita la acción ciudadana con alto valor ético.
Es urgente la acción ciudadana consciente para cambiar este país.
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