Dos abogados caucanos, son noticia internacional por su perseverancia en la defensa de los derechos humanos, que han llevado mas allá de nuestras fronteras, al ser adminitida la demanda que interpusieron ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, contra dos estados americanos, los de Argentina y Chile, por horrendos hechos sucedidos en la aciaga noche de la dictadura en el cono sur de nuestro continente. Esta es la noticia:
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, con sede en Washington, admitió una demanda contra los Estados de Chile y Argentina, que presentaron los abogados caucanos JORGE MUNOZ FERNANDEZ, columnista de este periódico y la prensa caucana, y la abogada MARILU QUINTERO GARCIA. Las admisibilidad de la demanda, que ya les fue notifica a los abogados como al cliente, tardó doce años, y contó con la colaboración de VAST,(Vancouver Association for the Survivors of Torture) Vancouver Asociación para los Sobrevivientes de la Tortura. Los abogados sostuvieron, con documentos fehacientes, que Cruz Farías fue objeto de un crimen de lesa humanidad, y como tal imprescriptible. Los hechos tienen que ver con la tortura de que fue objeto el señor EDUARDO AGUSTIN CRUZ FARIAS, en el marco de la Operación Cóndor, un ex militante del MIR,( Movimiento Insurreccional Revolucionario), que buscaba el regreso de la democracia y derrocar al Ex presidente, general golpista, AUGUSTO PINOCHET UGARTE, quien diera un Golpe de Estado en Chile en el año de l.972. Cruz Farías, con una familia integrada por seis personas, que también es escritor y ha publicado varias obras, entre ellas sobre los mapuches y ensayos, fue inicialmente secuestrado por agentes de la seguridad chilena y posteriormente por agentes en la ciudad de Mendoza Argentina, donde fue rescatado por sus amigos y ACNUR, la Agencia de ONU para los Refugiados, en un basurero. Eduardo Agustín, inclinado a la escritura, sufre de insomnio, enfermedad que no ha podido superar, lagunas mentales, pánico y depresión, con imposibilidad para trabajar y el dolor permanente de la pérdida no solamente de un sinnúmero de vecinos y amigos, si no el horror de haber sido testigo de la masacre que cubrió de sangre a cinco países. Eduardo, al igual que Violeta, padeció la horripilante esquizofrenia político-militar, orquestada internacionalmente contra los que soñaban con el regreso de la democracia. Ella dijo ayer: “yo vivo sola, nadie podría vivir feliz conmigo, ni mis hijos, tengo demasiado con cargar conmigo misma”. Cruz Farías tenía 22 años cuando fue tomado preso por primera vez en Chile; después, en la persecución llega a la Argentina, en 1975, donde supuestamente tendría protección, sin embargo, sufrió tanto o más que en su País de origen. Cuando ya se había arreglado y expedido el permiso para ingresar a uno de los países oferentes de refugio, gracias a la intervención de una mujer que con valentía asumió la situación, logró quitárselo a quienes intentaban secuestrarlo una vez más, entregarlo a los miembros de ACNUR, embarcarlo en un avión y ponerlo a salvo. Esta es sólo una víctima de las miles que no tuvieron la oportunidad de elevar su voz, maltrecho, pero con una tarea: la de contar su historia, para que no se repita.